Dios, padre eterno, clamo a ti desde el fondo de mi corazón.
Tu bondad es grande, inexplicable, y tu misericordia me llena de regocijo.
Hoy quiero correr hacia ti y abrazarte, cual niño pequeño que ve a su padre amoroso llegar.
Abrazado a ti, te alabo y te adoro, porque eres mi Rey, mi Dios y mi Señor.
Eres mi roca, mi fortaleza; tu renuevas mis fuerzas.
En ti confío y a ti entrego mi vida y mis acciones.
Los límites de mi mente los he borrado, para observar regocijado tu obra.
Glorioso Padre, muéstrame tu camino, tus maravillas y hazme digno de seguirte.
Guíame por el camino que para mí has designado.
Caminaré gustoso a tu encuentro para adorarte.
Concédeme tu gracia, oh Padre.
Hacer tu voluntad es mi privilegio, amarte es mi emblema.
Quisiera ser como el salmista, para exaltarte dignamente.
Padre, me rindo ante ti.
Dios amado, heme aquí.
En ti espero, en ti confío. Mi alma te glorifica.
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